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Gala conjunta en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced

En adhesión a la conmemoración por el 200º Aniversario de fallecimiento de Haydn, al 100º Aniversario de la Congregación de los Mercedarios, a las X Jornadas Latinoamericanas de Odontología y al III Congreso Mendocino de Odontología, el Coro Universitario de Mendoza, bajo la dirección de la Mtra. Silvana Vallesi ofrecerá un concierto junto a la Orquesta Sinfónica, bajo la dirección del Mtro. Nicolás Rauss. La cita es el próximo viernes 18 del corriente, a las 21.00 hs. en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced de ciudad. La entrada es libre y gratuita. por Guillermo Díaz

17 de septiembre de 2009, 17:52.

imagen Gala conjunta en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced
  • “En conmemoración del 200ª aniversario de fallecimiento de Haydn”
  • “En conmemoración del 100º Aniversario de la congregación de los mercedarios”
  • "En adhesión a las X Jornadas Latinoamericanas de Odontología y al III Congreso Mendocino de Odontología"

 Programa:

  • George Friederich Haendel (1685-1756): Suite n° 2 en Re mayor de “Música Acuática”
  • Franz Joseph Haydn (1732-1809): Missa in angustiis ("Misa Nelson") en Re menor, para solistas, coro y orquesta (Hob. XXII, 11)

Director invitado:

Mtro. Nicolas RAUSS

 

Con la actuación del:

CORO UNIVERSITARIO DE MENDOZA
Dirigido por la Mtra. Silvana VALLESI

 

Solistas:

  • Jimena Semiz, soprano
  • Gloria López de Sandmann, mezzosoprano
  • Mariano Leotta, tenor
  • Víctor Armendáriz, barítono



Handel (1685-1756): Suite de “Música Acuática”
            A mediados de la segunda década del siglo XVIII, Jorge I, el flamante rey de Inglaterra quiso dar una fiesta acuática. Los festejos debían realizarse en una barcaza que flotaría río abajo por el Támesis, desde Whitehall hasta Limehouse, donde el séquito real se detendría para la cena. En una segunda barcaza iban los músicos que proporcionarían al rey la distracción adecuada. La música que interpretaron fue la compuesta para esa ocasión por Haendel, que el rey no se cansó de alabar. No se sabe a ciencia cierta cuánto de la “Música Acuática”, tal como la conocemos hoy, fue interpretada aquella noche estival del 22 de agosto de 1715 sobre el Támesis. Sin embargo una audición de la música completa se llevó a cabo dos años más tarde en una fiesta similar en el río. La interpretación duró casi una hora y el rey ordenó que se la repitiese otras dos veces.
            Las casi veinte piezas que integran la “Música Acuática” se dividen formalmente en tres suites, posiblemente destinadas al viaje río abajo, a la cena y al viaje de vuelta.
            La Suite en Re mayor que interpreta esta noche la Orquesta Universitaria está compuesta de cinco piezas. Tras el Allegro inicial, de afirmativa grandeza con sus acordes a cargo de los metales, sigue el movimiento llamado A la chirimía (Hornpipe), cuyo vigoroso tema, lleno de animación, es la pieza más célebre de la partitura. Tras el Lentement, con sus bellos efectos de eco y su ritmo fluyente, sigue una Bourrée, forma estilizada de una antigua danza rústica, zapateada, de los nativos de Auvernia y Berri, provincias de la región montañosa del centro de Francia. Con un seductor Minuetto se cierra noblemente esta obra resplandeciente de colorido y vitalidad.
            Sin ser un ejemplo típico del gran estilo de Haendel, que se manifiesta mejor en sus óperas y composiciones religiosas, la “Música Acuática” responde perfectamente a los cánones de la música instrumental inglesa. Los movimientos lentos se impregnan una ternura purcelliana, mientras que vivos tienen predilección por el virtuosismo de los ritmos y de la ornamentación. Las cualidades más evidentes de esta partitura se encuentran en la franqueza de los temas, que se memorizan fácilmente, y en las bellezas de la instrumentación, rica y variada, a despecho de los efectivos no muy numerosos. De ahí el éxito inmediato de la obra, que no ha cesado nunca y que, de una diversión aristocrática, ha hecho una “fiesta” de música popular.
 
 
Haydn (1732-1809): Missa in angustiis ("Misa Nelson") en Re menor, para solistas, coro y orquesta (Hob. XXII, 11)
             La llamada “Misa Nelson” es la tercera de las seis grandes composiciones litúrgicas escritas por Haydn entre 1796 y 1802 para la princesa María Josefa Hermenegilda Esterházy. La obra fue compuesta en 1798, el mismo año del estreno del oratorio de “La Creación”.
            Aunque en el manuscrito original sólo figura el título “Missa”, y en el borrador de un catálogo de sus obras Haydn la consignó como “Missa in angustiis” (Misa en tiempos de angustia, de zozobra, de grandes peligros) ya en vida del autor se la conoció como “Misa Nelson”, por haber sido compuesta por la misma fecha en que el célebre almirante inglés destrozó la flota francesa en la batalla naval de Abukir, en Egipto. La noticia de la derrota napoleónica llegó a Viena en el mes de setiembre, cuando la obra ya estaba terminada. Dos años más tarde, entre el 6 y el 9 de setiembre de 1800, Nelson y Lady Hamilton se alojaron en Einsenstadt, y se piensa que Haydn dirigió entonces en presencia de ambos la misa compuesta por él en 1798.
            La obra comienza como es habitual por el “Kyrie”; la música, escrita en la tonalidad de Re menor – una de las páginas más extraordinarias en esta tonalidad de toda la música vienesa –, provoca un efecto sombrío y amenazante con sus sonoridades ácidas. Desde el punto de vista formal constituye una notable adaptación de la forma sonata al estilo vocal.
            El “Gloria” está dividido en tres secciones. La primera comienza por un diálogo de la soprano y el coro. En la segunda – Qui tollis (Adagio) – hay unas notables intervenciones salmódicas del coro y en ella se destaca también la parte del bajo solista, de una gran nobleza y con descensos a lo más grave del registro. El Quoniam enuncia por último la melodía del comienzo del “Gloria” y las palabras in Gloria Dei Patris amen resuenan conducidas por una magnífica fuga doble.
            También el “Credo” está escrito en forma tripartita. La primera sección es un canon a la quinta, a cargo de sopranos y tenores, seguidos a distancia de un compás por contraltos y bajos. El Incarnatus, en sol mayor, puede medirse con el “Ave Verum” de Mozart. En el Crucifixus reaparecen las trompetas y timbales del “Kyrie”, pero aquí con el ritmo acompasado de un cortejo fúnebre. Un gran esplendor sonoro caracteriza el Resurrexit y el “Credo” concluye, sin la fuga característica, con un poderoso tutti orquestal y coral.
            Sigue el “Sanctus” donde la música procura comunicar al oyente mediante recursos expresivos – piano, forte, piano – el misterio de lo divino.
            El “Benedictus” es famoso por un pasaje antológico, cerca del final, tras un silencio repentino: a lo largo de doce compases resuena una de las fanfarrias más osadas y más vigorosas de toda la segunda mitad del siglo XVIII. El episodio remata en una poderosa cadencia en Re menor, que lleva la tensión a un punto máximo, después de lo cual vuelve el Osanna en la forma de un fugato (allegro).
            El “Agnus Dei” sólo pide la intervención de los solistas y las cuerdas. A un solo de la contralto le sucede, mediante una transición inolvidable, otro de la soprano. Luego las cuatro voces juntas cantan el Dona nobis pacem. Y la misa se cierra con una conclusión triunfal.
            Las grandes bellezas de la música no pueden ocultarnos, sin embargo, el hecho de que, tratándose de Haydn – y también de Mozart (!) – este género de obras “sacras” resulte siempre algo ambiguo, por ser el portavoz de unas creencias religiosas más cercanas al “teísmo” racionalista del siglo XVIII, que a la fe sólida en la palabra del Evangelio. Valga como signo elocuente de ello la decisión de Haydn de no poner en música versículo del “Credo” que dice: “Et in unum Dominum Jesum Christum, Filium Dei unigenitum” (“Y en un solo Señor, Jesucristo, hijo de Dios unigénito”). Y como si ello fuera poco, el músico, que, por lo visto, pretendía saber sus latines en materia de teología, eliminó del “Credo” sin miramiento alguno la expresión trinitaria referida a la persona del Espíritu Santo: “qui ex Patre Filioque procedit” (“que procede del Padre y del Hijo”). Quien prefiera no verse expuesto a esta clase de “sorpresas”, hará bien en volverse, tratándose de la música litúrgica, hacia compositores más antiguos.
 
Selección y redacción de las notas: Dr. Martín Zubiria

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