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UNO-Domingo 19: Emma, la flor del gobernador

Cobos eligió la educación como lo más satisfactorio de su gestión porque le permite apostar por la cultura del trabajo. Cunietti dio la sorpresa en el gabinete

20 de diciembre de 2004, 12:13.

Cuesta creer que los políticos argentinos, una vez en el poder, cumplan con su palabra y sean fieles a sus ideales de campaña. No es su costumbre.

Julio Cobos, el gobernador, por una vez ha roto el molde. Cuando pedía el voto, el año pasado, fundamentó su discurso en la aspiración de producir un sacudón de mentalidad en la provincia. Aspiraba a que Mendoza recuperara su proverbial cultura del trabajo.

Al terminar 2004 y cerrar su primer año de gestión, puede decirse que Cobos ha sido consecuente con su prédica. Aun con baches notorios de gestión, su mejor logro ha sido en la educación.

Fue en ese campo que produjo un notable cambio de tendencia. Y fue, según sus propias palabras, lo que más lo ha enorgullecido de entre todas sus obras.

Es, por lo tanto, Emma Cunietti, su directora general de Escuelas, la funcionaria que sorpresivamente simboliza lo mejor de esta etapa.

Cunietti, la sorpresa

Decimos que el posicionamiento de Cunietti es sorpresivo porque, en los comienzos de este gobierno, aparecía como uno de los eslabones más débiles del gabinete. De base intelectual antes que política y no perteneciente a la nomenklatura radical –de arraigada y sedimentaria presencia en la DGE–, basaba su única fortaleza en el apoyo personal del gobernador.

Pasado su primer año de trabajo, Cobos pudo confirmar el acierto de su apuesta. Hoy dice: “Es una funcionaria sin fisuras”.

A tal punto le ha sido servicial Cunietti al primer mandatario, que a éste le gusta citar una frase que, entre sonrisas, le despachó en estos días la jefa de educación: “Vas vos a las escuelas, Julio, y todos te saludan y te piden autógrafos. Voy yo y me putean”.

¿Hay mejor definición sobre la funcionalidad de un estrecho colaborador de un gobernante?

Un largo y sinuoso camino

Para llegar a este reconocimiento actual, Emma Cunietti debió transitar una empinada cuesta. Tan empinada que en un momento llegó a preguntarse si valía la pena sufrir tantos sinsabores y tantos ataques por parte de sus enemigos políticos. Porque si algo padeció este año, fue adversarios dispuestos a limarla.

En ese tironeo, pasó por tres instancias verdaderamente críticas. La primera fue cuando se produjo una ola de dimes y diretes que especulaban sobre su renuncia al cargo. Ella cree que las usinas del rumor se alimentaron desde el oficialismo y hasta desde la propia DGE.

La segunda ocurrió cuando el diputado peronista, oriundo de Las Heras, Carlos Ciurca (convertido este año en su archirrival) le pidió el Jury de Enjuiciamiento.

Ciurca generó la tercera crisis al insistir con el Jury por el tema de los repetidores. Fue cuando el legislador le aplicó el recordado apodo de Pucherito, por el cual recibió numerosas críticas y fue tildado de machista.

Una madre “añosa”

El episodio de Pucherito fue un punto de inflexión en donde el accionar opositor alcanzó su mayor desprestigio, al menos en el ámbito legislativo. Al fin y al cabo, Ciurca, ante los ojos de la opinión pública, las había emprendido de mala mala manera contra una mujer embarazada cuyo único propósito era mejorar la educación de la provincia.

¿Cómo resistió el embate la interesada? Priorizando lo que más le importaba en el vida: su embarazo.

“Cuando me pegaban mucho –recuerda hoy–, yo pensaba en mis 42 años, en mi embarazo y en los mitos de la maternidad añosa. Me concentré en mí”.

De esta manera, esta mujer que llegó al cargo sin estructura propia, sin un ejército de punteros barriendo el escenario para ella, sorteó mentalmente las miserias de la política.

Luego vinieron la maternidad y un cambio de aire: “Tener un niño fue un impacto muy fuerte. Me costó volver a trabajar. Lo hice con un poco de complejo de culpa, porque sé lo importante que es esta etapa. Por lo menos, como vivo cerca de mi oficina, le puedo dar de mamar al bebé. Eso me ha aliviado”, es su reflexión en esta hora un poco más calma.

La cultura del esfuerzo

Si bien la Dirección General de Escuelas es un universo casi infinito de necesidades y quedan en el tintero falencias importantes, como la implementación de la doble escolaridad, el logro que entusiasma a Cobos y a Cunietti por igual está a flor de piel.

“Hemos conseguido restablecer la cultura del esfuerzo”, recitan a coro el gobernador y su funcionaria. Esa conquista apunta al trípode esencial de la tarea educativa: los docentes, los alumnos y los padres. La herramienta utilizada fue reimplantar la nota numérica como sistema de calificación y los exámenes globales.

“La sociedad ha empezado a tomar conciencia del rol que desempeña la educación”, reza Cunietti. Y da un ejemplo llamativo: el portal educativo ha recibido este año un millón de consultas. Casi una marca nacional.

Esa cultura del esfuerzo rendirá sus frutos si promueve una ola positiva en la sociedad. “Se verá cuando haya más gente que quiera cosechar en vez de limpiar vidrios”, ejemplifica Cunietti.

Contra la mediocridad

Desde un lugar lateral de observación, otra mujer que también hace esfuerzos por torcer los moldes antiguos de las instituciones educativas, la rectora de la UN Cuyo, María Victoria Gómez de Erice, opina sobre la gestión de Cunietti: “Han hecho algo muy importante. Rompieron con el mito de los números, ese que indicaba que los chicos debían pasar de grado a cualquier precio. Han tenido el coraje de hacerle frente a la mediocridad. Y hoy los padres se han puesto a estudiar con los chicos”.

En suma, que el gobernador, un hombre forjado en la docencia universitaria, termine el año prendado de su labor educativa (con recomposición salarial incluida) es un dato positivo y una tendencia a profundizar.

Tendencia de la que parece ajeno, por ahora, el sector gremial al cual, paradójicamente, algunas voces señalan como la pata más “reaccionaria” del sistema educativo.

¿Por qué? Porque, según esa óptica crítica, sólo se dedica a defender de manera facciosa sus intereses corporativos en vez de aportar, con ideas y propuestas innovadoras, al debate educativo que se ha abierto.

Asunto relevante hoy que el docente primario y medio se siente poco respetado y padece, por lo tanto, una pérdida constante de autoestima.

Como señala Gómez de Erice, esa situación fomenta que el plantel docente añore una imposible vuelta al pasado, en busca del estatus perdido.

Justamente ahora que, destronada por la tevé, la computadora o la pobreza, “la escuela ya no es el lugar privilegiado del conocimiento”.

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