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Los Andes: Mendoza es la provincia argentina con menos parejas de concubinos

“Hace más de siete meses decidimos convivir. Básicamente porque no creemos en el matrimonio y también porque casarnos representaba un gasto. No estamos a favor de los que dicen que las parejas de hecho en realidad están probando, no es así. Es una opción y tiene tantas responsabilidades como cualquier unión”, contaron Mariana Ferro y Pablo L. (32). Esta pareja es una de las tantas que hoy prefieren las uniones consensuales. Un fenómeno que crece en el país, incluso en la provincia. A pesar de esto, Mendoza es donde menos parejas de concubinos se registran si se la compara con el resto de las provincias argentinas.

13 de agosto de 2004, 11:52.

Los datos se obtienen de un análisis hecho por el Indec a partir del Censo 2001. El estudio muestra que en Formosa y Chaco este tipo de uniones se dan tanto como los casamientos y por eso lideran esta suerte de ranking nacional. Mientras que Mendoza y San Juan son los sitios donde menos concubinos se registran. En la provincia hay 639 mil personas viviendo en pareja, de estas el 81,5 por ciento está casada y el 18,5 restante no pasó por el Registro Civil.

“Éste es un fenómeno actual en estudio. Lo que vemos más es la cantidad de parejas que eligen unirse de hecho en primera instancia por razones socio culturales. Está de moda unirse de una manera medianamente estable, compartir los gasto y convivir sin tener por objetivo procrear. El segundo factor importante son los motivos económicos como la falta de dinero para hacer una fiesta, por ejemplo”, explicó el psiquiatra Juan Carlos Bacha quien es profesor adjunto de la cátedra de Psiquiatría en la Facultad de Medicina (UNCuyo).

Los especialistas coinciden en que hay un grado de individualismo importante a la hora de elegir una pareja. Quizá eso explique porqué aumentó la cantidad de mendocinos que prefieren la soledad. Es que en el Censo de 1991 había 587.540 personas en pareja sobre un total de 989 mil, es decir 59,5%. Mientras que en 2001 la gente acompañada sumó 639 mil pero comparada con 1.150.481 personas, o sea 55,5%.

Una elección de vida

En el país las uniones consensuales pasaron de un 18 por ciento en 1991 a un 27 por ciento en 2001. Si se evalúan las mismas estadísticas en la provincia, se ve que en 1991 la cantidad de concubinos apenas superaba el 12 por ciento (ver infografía). Cifra que se elevó al 18,5 en 2001 y que es similar al promedio nacional de 13 años atrás.

“Es una elección de vida. Yo creo que está bien si va con los principios de la pareja. Todo tiene que ver con eso para mi. Con lo que la pareja prefiere y con lo que uno cree. Yo, por ejemplo, preferí casarme. Y tengo amigas que no. Eso está bien”, describió Ana Laura Menéndez (43), mujer casada y con tres hijos.

La directora de la carrera de Sociología de la Universidad Nacional de Cuyo, Ana Graciela Burgardt, analizó el tema: “Yo hice un estudio sobre el tema y se veía el fenómeno entre los ´80 y ´90. Creo que en el fondo lo que se está dando es un cambio de estilo de vida que impulsa, por ejemplo, compromisos menos duraderos. Por supuesto que cuando se opta por una unión de hecho también hay elementos que definen como el dinero. Con respecto a la soledad también se viene notando. Hay mucha más gente que opta por vivir sola y esto tiene que ver con un individualismo creciente y la necesidad de comodidad”.

Con respecto a las edades, el informe del Indec demuestra que las personas de entre 14 y 24 años prefieren las uniones consensuales. Después, aparecen los que tienen entre 25 y 34.

Reincidentes

“No me volvería a casar”, Martín M. (33). “Si me enamoro por ahí lo pensaría”, Francisco López (42). Hay quienes aseguran que después de un “mal” matrimonio no volverían a casarse nunca más. Y existe otro grupo más osado que se anima nuevamente, toma el traje y pasa cuantas veces sea por el Registro Civil. Estos son los llamados reincidentes. En Mendoza hay 26 mil personas que se divorciaron en su momento y que volvieron a casarse.

Sin embargo la mayoría se encuentra en las uniones de hecho. También en la provincia, hay 57 mil personas que se divorciaron una vez y que cuando decidieron intentar una nueva pareja prefirieron convivir. “Tiene que ver más que nada con una cuestión monetaria. Ya perdí todo una vez. No me va a volver a pasar”, aclaró un hombre de 48 años, que pidió reserva de su identidad.

“Es bueno que ya casi nadie se escandalice”

-¿Sigue habiendo un cuestionamiento social a las personas que optan por convivir sin casarse?

-Sí, el irse a vivir juntos representa una carga emocional, en lo personal, en lo familiar y en lo social para quienes desean encarar la vida juntos en esas circunstancias, aunque de otra manera también lo es para los que se casan de manera formal. Sólo que éstos, con la ceremonia religiosa y la ceremonia civil, cuentan con el aval de la ley y el consenso de todos aquellos que participan del proceso y asisten de una u otra manera a la boda y no dicen nada, callan para siempre.

También, es cierto que se ha naturalizado la convivencia de hecho, mucho más y pienso que cada vez lo será más aún. Las razones son múltiples. Las creencias y los valores han cambiado. También y de manera muy importante las condiciones socioeconómicas de la población.

-Se dice que los concubinos tienden a separarse menos que los casados. ¿Eso significa que estos últimos tienen más presiones?

-Desde mi perspectiva debo decir que lo más importante en la actualidad es el proyecto que las personas tienen, en lo personal, en lo familiar y en lo laboral/profesional. Para esos proyectos se puede pensar o no, en un/a compañero/a y hacer el recorrido acompañado. El casamiento, entonces, pasa a ser un ritual importante entre el antes y el después de haber estado viviendo cada uno por su cuenta y con su familia de origen. El casamiento siempre es de la pareja, pero las familias se involucran. El hombre como especie, es el único que al casarse también lo hace con su familia política.

La convivencia con o sin matrimonio debe ser vista como un hito dentro de ese proyecto. Y éste es como un mapa que nos orienta hacia dónde queremos ir, y sólo así nos daremos cuenta de que hemos llegado, de qué manera nos encontramos y si se parece a lo que imaginábamos queríamos tener.

-¿Los vacíos legales presionan en el caso de los concubinos?

-Si, de alguna manera. Pero en una sociedad como la nuestra son los hijos, en su condición de tales, los que generan presión. Mejor es decir que son los padres, quienes pensando en los hijos, creen y crean la presión ante la posible demanda o exigencia que sus vástagos pudieran formular.

-¿Ha notado un incremento en la cantidad de parejas que no se casan?

-Sí. Creo que el número ha aumentado y lo que me parece más positivo de esto, es que se verbaliza, no se esconde, no es secreto. Y lo que resulta mejor es que cada vez menos menos gente se asombra y casi nadie se escandaliza.

-¿Convivir un tiempo ayuda a tener un mejor matrimonio?

-No necesariamente, pero resulta interesante. Nadie debería ensayar en carrera, no creo que en las Olimpíadas actuales, los atletas vayan dispuestos a inventar en la pista. Los entrenamientos son el lugar en donde se debe hacer la experiencia y en donde se optimizan los resultados. Aún así es posible que el casamiento que representa una crisis sea toda una nueva experiencia, lo que no debería suceder es que resulte de total desconocimiento. Nadie se debería sorprender, nadie debería encontrase un esposo, una esposa, un compañero, una compañera que tenga facetas desconocidas.

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