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Arístides Vargas es el nuevo doctor Honoris Causa de la UNCuyo

Recibió la máxima distinción universitaria de manos del rector Daniel Pizzi en el aula magna de la facultad de Artes y Diseño. El Dramaturgo dedicó el reconocimiento a los actores y bailarines "que entienden al teatro como aporte espiritual, como interpretación sensible de la realidad que nos tocó vivir y como espacio social donde imaginamos y ensayamos en clave poética lo que la vida real nos niega”.

29 de septiembre de 2014, 14:12.

imagen Arístides Vargas es el nuevo doctor Honoris Causa de la UNCuyo

De izq. a der.: Aristídes Vargas recibió de manos del rector Daniel Pizzi la máxima distinción universitaria

Por sus antecedentes profesionales, el Consejo Superior de la UNCuyo resolvió otorgarle a Arístides Vargas el Doctorado Honoris Causa, con mención especial al mérito académico- científico. Es uno de los autores de teatro que mayor interés despierta en América Latina y que realizó una importante tarea como maestro de actores en diferentes países de la Región, en España, pero especialmente en la Escuela de Teatro de la Facultad de Artes y Diseño.

El acto -que tuvo por escenario el aula magna de Artes y Diseño- se abrió con un fragmento de “Jardín de pulpos” –obra de su autoría-  que interpretó Nuria Atencio y Gustavo Cano, con asistencia de Fernanda González. Luego se conformó la mesa académica con el rector Daniel Pizzi, el decano Drago Brajack y el galardonado Arístides Vargas.

El Rector analizó la historia de esa distinción -que tiene que ver con el reconocimiento que hacen las universidades a personas que han tenido una trayectoria destacada- y para eso se remontó a la España del siglo XV. En ese marco comentó que el título de Doctor se relaciona con la figura del maestro, aquél que está frente a una cátedra para administrar y para mediar en el conocimiento.

Señaló, a su vez, que por ese entonces se entregaba un birrete laureado -como símbolo al más alto título-, un anillo que lo certificaba y un par de guantes blancos que significaban el componente ético que tiene que tener la administración  y la gestión de las ciencias. Sobre este último aspecto, el Rector sintetizó el desafío de la Casa de Estudios la que -más allá de gestionar y generar conocimiento- debe revitalizar la ética especialmente en los claustros universitarios.

Por último se dirigió al nuevo Doctor Honoris Causa de la UNCuyo a quién instó a inspirarse en la Institución, representarla en su recorrido por el mundo y que pueda ser “espejo de lo que intentamos valorizar y crear en la gestión universitaria”.

Por su parte el decano anfitrión, Drago Brajack, manifestó el orgullo que significa otorgar ese premio a personas de máxima trayectoria. Al respecto recalcó que “es función de la Universidad reconocer a estas figuras y darles el mérito que se merecen en su trabajo y en su obra”.

Previo a ello la profesora Alicia Casares se refirió a la figura de Arístides en sus distintas facetas de actor, director, maestro y amigo, que construyó con extractos de trabajos del Dramaturgo. En ese recorrido la docente calificó a sus obras como referentes indiscutibles del teatro Latinoamericano. “Sus textos giran en torno a la memoria y al exilio; se distinguen porque mixturan la belleza del lenguaje con la potencia de sus imágenes”.

También mencionó sus puestas escénicas y personajes, a quienes describió como “seres atravesados por la fantasía, encarnados en relaciones de amistad entrañables”.  Éstos reconstruyen la memoria colectiva de un pasado y transitan el espacio del realismo mágico y en él los territorios pertenecen a un país poblado de ausencias.

Alicia Casares habló por último del compromiso social de Vargas y su vínculo con la facultad de Artes y Diseño: “La Universidad se engrandece ya que reconoce a quien nos ha representado artística, humana y socialmente más allá de los límites geográficos”.

Arístides Vargas

Comenzó su discurso agradeciendo a las autoridades universitarias y especialmente a su mujer “Charo”  y a su hija Elena “por ser las primeras en creer que lo que hacía, que era vivir entre las nubes, era altamente productivo para el espíritu”.

Comentó que el ejercicio de la memoria es necesario para reconstruir la vida de manera aproximativa. Fue entonces cuando recordó su paso por la UNCuyo, durante el período de Gobierno de Arturo Roig, en el que realizó la carrera técnica de Teatro mientras terminaba sus estudios secundarios.

El pasado formó parte de su narrativa. Lo presentó como un lugar inalcanzable, que nunca termina de pasar; el pasado que pasa.  “Uno viaja y abandona un paisaje a sus espaldas, que se conforma de rostros queridos, de afectos, dolor, miedo, y el horizonte que se nos aparece como posibilidad es el mismo paisaje que dejamos. Y a medida que nos alejamos del pasado nos vemos imposibilitados de habitar el futuro porque queremos llegar a lo que dejamos. Y a lo que dejamos no llegaremos nunca porque en la medida en que intentamos alejarnos de aquel paisaje lo que deseamos -sin saberlo- es volver a aquel paisaje querido y abandonado. La fuga se vuelve perpetua; el exilio es para siempre. Pero no hay que alarmarse; sólo hay que aprender a habitar la imprecisión del aire. Son las pequeñas acciones de las personas las que nos devuelven por instantes el sentido de pertenencia”, expresó.

El relato avanzó hacia el exilio, tema que tocó desde el olvido, entendido como una de las tantas formas de recuerdo. Ese camino lo condujo a sus compañeros de la clase del '74, a quienes homenajeó con la lectura de la última escena de su obra “Clase elemental de teatro”.

Compartió la distinción que se le entregaba “con todos los actores y bailarines que entienden al teatro como aporte espiritual, como interpretación sensible de la realidad que nos tocó vivir; como espacio social donde imaginamos y ensayamos en clave poética lo que la vida real nos niega”, finalizó.

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