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La poesía como experiencia y camino interior

17 de noviembre de 2008, 17:29.

Un abordaje del libro “Los trabajos de Orfeo. Experiencia y lenguaje de la poesía” de Graciela Maturo que acaba de editar Ediunc.

Agradezco a Graciela Maturo y a René Gotthelf haberme confiado la presentación de este volumen, “Los trabajos de Orfeo. Experiencia y lenguaje de la poesía”, que se suma a la prestigiosa serie de títulos pulcramente editados por Ediunc. Creo oportuno señalar que su aparición coincide con un renacer del interés de la crítica académica por la poesía lírica.

Aunque, es justo destacar que, en el caso de Graciela, el interés por la poesía no es giro oportunista, sino hábito germinal de su vocación crítica, desde su indispensable trabajo sobre El surrealismo en la Argentina.

Desde ese entonces, la obra crítica y teórica de la escritora ha ido ampliando su espectro: Marechal, Cortázar, Sabato, Di Benedetto, Darío, García Márquez, Carpentier, Lezama Lima, los poetas argentinos neorrománticos del '40, la literatura argentina colonial, la literatura de Mendoza, son algunos de los hitos que su mirada ha abarcado progresivamente y en un movimiento de sostenida profundización.

Para adentrarme en la significación del volumen y darlo a conocer -ya que no otro es el fin de estos actos a mitad de camino entre el bautismo y la presentación en sociedad- creo conveniente partir de las "Palabras de la autora", suerte de prólogo del volumen. Encuentro en esta sección ciertos lineamientos que considero necesario explicitar, para entender la trayectoria de Graciela en el contexto de la crítica literaria argentina y a la vez ponderar la tentativa que constituye el libro.

Dicha trayectoria debe entenderse, a mi juicio, en el desarrollo de la teoría y la crítica literarias desde los años '60 en adelante en la Argentina. Un contexto que testimonia, frente a las miradas ya legitimadas de la filología, la estilística, la crítica comparatista y la historia literaria, la irrupción de prácticas fundadas en el pensamiento estructuralista y la semiótica, en el psicoanálisis, en las distintas escuelas críticas neomarxistas y en el posterior disloque del pensamiento deconstructivo, que, en cierta forma, abreva en los modelos teóricos antes mencionados.

A pesar de sus radicales diferencias, creo que una común desconfianza frente a categorías como las de "subjetividad", "trascendencia" y "valor estético" recorre de modo diverso pero certero los distintos trabajos críticos que adscriben a alguna de estas vertientes.

En ese contexto, Graciela Maturo realizó una decidida toma de posición por una mirada humanista. Su humanismo se define por una visión de la poesía y del acto creador en su íntimo vínculo "con la vida, la naturaleza, la mística y el filosofar contemplativo - reflexivo" (p. 7).

Es por este encuadre que sus estudios se recortan "del cientismo lingüístico y del ideologismo materialista", según sus palabras (p. 8). Esta toma de posición diríamos epistemológica, lo es a la vez en cuanto al lenguaje crítico adoptado, que elude tanto el tecnicismo cerrado como el comentario impresionista, desprovisto de fundamentación teórica.

En esta elección se muestra también la voluntad de la autora por eludir dos tendencias de la crítica de esos años: el esoterismo interpretativo y el sobredimensionamiento del comentario por sobre el objeto que lo promueve.

El humanismo de Graciela Maturo se delinea en el enclave de los horizontes de comprensión que ofrecen la Hermenéutica filosófica (Ricoeur - Gadamer), la poética fenomenológica de Gastón Bachelard, la fenomenología y el pensamiento americanista de, por ejemplo, Rodolfo Kush.

Me interesa solo señalar algunos puntos memorables relativos a este encuadre. Entre otros, que esta tentativa se puede asociar a la de estudiosos como Edelweis Serra, Gaspar Pío del Corro o Graciela Ricci. Que en ese contexto, Graciela Maturo debe ser justamente recordada, a través de la creación desde 1972 del Centro de Estudios Latinoamericanos y de revistas como Megafón, no solo como difusora de esta forma de leer sino además como formadora de jóvenes críticos.
 
También que, en su momento de emergencia y consolidación, la mirada a la literatura hispanoamericana desde estos parámetros significó una renovación de los estudios literarios, por repensar desde horizontes nuevos las categorías clave que enumeré anteriormente.

En todos sus estudios Graciela Maturo ha demostrado que la literatura hispanoamericana, aún en su modernidad, está tensada por la persistencia del mito y del símbolo. Uno y otro son modos de expresión imaginaria que remiten a una aprehensión religiosa de la vida y del cosmos Remisión que se observa incluso en aquellas manifestaciones actuales -posmodernas, tardomodernas o como quiera llamárselas- que se configuran mediante la parodia de tales constituyentes.

El carácter a la vez simbólico y mítico se presenta a la vez como crítica a procesos de modernización y a sus implicaciones alienantes, que atraviesan a los países hispanoamericanos en forma por lo general dramática e incompleta, guiados por una razón eminentemente técnica y económica, por una voluntad de explotación y de poder.

La cultura hispanoamericana se vislumbra así como un espacio privilegiado que, en el acto de reflexionar sobre sí misma y sobre las implicancias de los procesos modernizadores, aporta novedad en la mirada, juicio crítico, creativo y distintivo.

De alguna manera, en la progresiva definición de este proyecto, la tentativa de Graciela Maturo se halla vinculada con el impulso espiritual del modernismo hispanoamericano, de un Martí o de un Darío, impulso que renueva sus bríos en las miradas de figuras emblemáticas como Alfonso Reyes, Octavio Paz o Alejo Carpentier, por ejemplo.

En Los trabajos…, este modo de concebir el humanismo aparece vinculado al orfismo en su doble sentido filosófico-religioso y poético. Desde la cosmovisión órfica, la poesía es concebida como un camino interior, que además de configuración técnica, es a la vez y sobre todo experiencia.
 
Experiencia de descenso, o katábasis transfiguradora del sujeto que la realiza; experiencia de rescate -rescate del sentido-, "conducente al despliegue ontológico del hombre" (p. 22). Pero a la vez, es experiencia de la ensoñación poética como vía específica de indagación en torno al ser o de inquisición de lo real (p. 20-21). Así la poesía importa en especial en aquellos casos en que es asumida como destino y no como mero ejercicio.

Tal como lo señala en sus "Palabras… iniciales, Graciela aúna la experiencia de la docencia universitaria con la de la creación artística. De hecho esta amalgama está, en parte, fundada en la convicción de que "no es posible hablar de la poesía desde afuera de ella. (… ) Es necesario hundirse en la palabra, participar de su intimidad ardiente, vivirla y recobrarla en expresión y sonido" (p. 97).

Entiendo que este modo de "rastrear la vida de la poesía en la obra de los poetas" elegidos , explica los momentos de mayor intensidad interpretativa en su obra y los aciertos sobre autores como Huidobro, Pizarnik o Girondo, al señalar junto a los impulsos de negatividad que se presentan en sus obras, aquellos que reafirman una voluntad constructiva.

Confío en que esta presentación escueta de las felicidades que el lector puede encontrar en Los trabajos de Orfeo, haya cumplido con su propósito inherente de presentar el volumen en sociedad. Una sociedad singular, de lectores dispuestos a realizar, con su autora, ese camino interior.

Camino certero, orientado hacia la búsqueda del sentido, de la belleza, de la expresión lírica que interpela, incesante, con su melódico encantamiento o su desgarro existencial.

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