Saltar a contenido principal Saltar a navegación principal

Clarín-Miércoles 22: \"La deserción aumentó por problemas heredados de la escuela media\"

Juan Carlos Pugliese es el secretario de Políticas Universitarias de la Nación, un puesto donde confluyen —y a veces se enfrentan duramente— los recursos económicos y las aspiraciones profesionales de los argentinos. A horas de terminado de procesar el Anuario 1999-2003, conversó con Clarín sobre el significado y el destino que tendrán esta investigación.

23 de diciembre de 2004, 10:01.

—¿Por qué en cinco años no se reunió esta información? ¿No es imprescindible para diseñar un programa gubernamental?

—Quizá fue algo que no pudo hacerse durante las épocas de crisis. Lo que creo es que este Anuario es una demostración de que hoy existe confianza entre las universidades que producen la información y el Gobierno que la recibe. Y nos hará avanzar en nuevos temas.

—¿Cuál es la primera aplicación que tendrán estas estadísticas?

—Hemos acordado con el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) que se aplicarán para lograr una asignación y distribución de recursos más justa que otros años. Todos los datos del Anuario (sobre docentes, alumnos, tipos de carreras, ofertas universitarias) se empezarán a aplicar ya en un 2% del Presupuesto 2005 y en un porcentaje creciente de 2006 en adelante. Pero habrá que ponerse de acuerdo en cuestiones conceptuales, como por ejemplo qué es un alumno, y por lo tanto qué inversión destinarle: si el que alguna vez se anotó en la universidad, el que rindió un examen o el que aprobó dos materias en el año —como dice la ley— y es considerado alumno regular.

—Cómo explica la enorme diferencia que hay entre la duración teórica y real de las carreras.

—Tiene que ver con que hay docentes de baja dedicación y alumnos de baja dedicación (porque trabajan) y también señala que la universidad pública gratuita debería preocuparse mucho más por equiparar la duración teórica y la verdadera, ya que esto encarece su funcionamiento. Y es un gasto mayor para el Estado. —¿Se encontraron con sorpresas?

—No hubo sorpresas, pero sí admito que el diagnóstico que surge es preocupante. Por ejemplo, en la enorme brecha que hay entre inscripción y egreso (abandona alrededor del 50% de estudiantes durante el primer año). Es una diferencia que siempre existió pero ahora se ha incrementado por las dificultades socioeconómicas y por los problemas heredados de la escuela media. Para enfrentar esto necesitamos rejerarquizar la educación terciaria, los sistemas de créditos y flexibilidad universitaria; seguir con los programas de articulación con la escuela media; de ciclos generales de familias de carreras; de mejora de las carreras de Ingeniería y de coordinación de las universidades en áreas metropolitanas. También es imprescindible que podamos fortalecer los programas de becas. Y mejorar la pertinencia (es decir: la relación entre las demandas de la sociedad y la oferta educativa). Repito: nada de lo que encontramos es una sorpresa, pero que sea tan fuerte la relación entre la condición social del estudiante y el fracaso demuestra que la universidad dejó de ser un factor de movilidad social ascendente y reproduce el modelo de desigualdad social existente en el país.

—Un dato \"cantado\" era el de la mayoría de mujeres...

—Sí, confirmó una tendencia conocida en cuanto a que son más y de mejor performance que los varones. Aunque en Argentina es más leve que en los países desarrollados: aquí alcanza al 58% mientras que en países desarrollados llega incluso al 65% del total.

Contenido relacionado