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Clarín-Domigno 19: Por cada universitario que emigra se van cuatro técnicos

Cada año dejan el país 6.000 egresados de carreras terciarias, un capital humano altamente calificado. La mayoría desarrolla su profesión en países industrializados. Según el estudio, faltan incentivos para repatriarlos.

21 de marzo de 2006, 12:30.

Que muchos de los ciudadanos más capaces del país busquen destino en otras tierras es una herida que sangra hace varias décadas, pero difícilmente algún día cicatrice. Nuevas cifras vuelven a abrirla de tanto en tanto. Un flamante estudio revela que si bien la emigración masiva que disparó la crisis de 2001 disminuyó considerablemente, la exportación de mano de obra calificada está lejos de detenerse: por cada universitario que se va del país a trabajar en el exterior parten 4 técnicos o graduados terciarios a volcar lo que saben más allá de las fronteras.
 
Así lo revela una investigación realizada por un grupo de economistas del Instituto de Economía Aplicada (INSECAP) de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, que desgranó y cruzó estadísticas locales y extranjeras sobre el perfil y el volumen de los emigrantes argentinos a los países industrializados para evaluar la pérdida económica que esta fuga silenciosa de talentos representa para el país.
 
"Los gobiernos no tienen en cuenta el perjuicio económico causado por la exportación de mano de obra altamente calificada. El país pierde mucho dinero cuando solventa durante años los estudios de una persona y ésta desarrolla su actividad laboral en el exterior", dice el economista Mariano De Miguel, uno de los autores del informe "Escenas en la batalla global por el talento".
 
Según sus datos, basados en estadísticas de la Dirección Nacional de Migraciones, el INDEC, la Organización Internacional del Trabajo, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y la UNCTAD (Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo), entre otros, el 40% de los argentinos que emigran al Primer Mundo es mano de obra altamente calificada. Pero los universitarios, tradicionales exponentes de la fuga de cerebros, representan sólo el 20% de ese total. El resto, son graduados terciarios y técnicos con educación superior no universitaria.
 
"En condiciones normales se van del país unos 20.000 argentinos por año, de los cuales 7.700 son altamente calificados. De ellos, 1.600 son universitarios y más de 6.000, técnicos y terciarios. Lo que nunca se dijo es que por cada universitario que se va a trabajar a España, por ejemplo, el país pierde 955.000 dólares. Y 785.000, por cada técnico —explican los economistas—. Imaginen cuánto creció esa pérdida durante la crisis, cuando se fueron más de 70.000 compatriotas por año".
 
¿Cómo estimaron ese valor? "Analizamos el caso de los emigrados a España, que sumaron 160.000 entre 2000 y 2004 y tienen un promedio de 36 años. Y calculamos el ingreso bruto interno (PBI) que cada uno va a generar en ese país europeo hasta su jubilación", explican.
 
Mario Albornoz, especialista en migraciones, prefiere ser cauteloso con la estimación de esa pérdida. "No hay estadísticas serias sobre migraciones. No se sabe cuántos vuelven ni cuánto tiempo se quedan, y la trayectoria del emigrado no se conoce. Además, la población universitaria mundial hoy circula mucho: hay pérdidas y ganancias", repara, pero reconoce "que el volumen de técnicos que se va es muy alto. No conozco el estudio, pero suena razonable. Argentina tiene la mayor proporción de emigrantes formados de Latinoamérica".
 
"La última emigración no se agotó, como en los 70, en la fuga de cerebros: englobó una amplia gama de individuos calificados y altamente calificados, científica y técnicamente —dice De Miguel—. Y si bien el volumen de emigrantes mermó desde 2004, la exportación de talentos sigue porque no hay suficiente articulación entre el capital humano que se genera y el sistema productivo, lo cual dispara la expulsión".
 
El trabajo refuta un diagnóstico repetido: que en el país faltan técnicos. "Lo que no hay es mano de obra calificada barata —sostiene—. No hay voluntad de pagar salarios que permitan que esa mano de obra se reacomode y vuelva a insertarse: para que un matricero deje el comercio o el taxi y vuelva a producir hay que pagarle lo que corresponde y darle estímulos para que pueda actualizar su tecnología y su saber".
 
Desde otro lugar, la consultora internacional Towers Perrin confirma el diagnóstico. "Cuando consultamos a las empresas si están perdiendo personal dicen que sí, y sobre todo en áreas industriales y tecnológicas y en funciones de supervisor para abajo. Eso ocurre porque crece la demanda local y extranjera en esas áreas. Mucha gente se está yendo afuera y otra tanta no tiene los 'skills' (habilidades) que las multinacionales y las empresas requieren porque estuvieron una década afuera de la producción. Por eso hay déficit en esos perfiles", comenta Marcela Angeli, directora de Recursos Humanos.
 
"Técnicos hay", asegura el informe del INSECAP. Y para sostener esa afirmación recurre, entre otras cosas, a estadísticas que utiliza la UNCTAD para medir el desarrollo humano de una sociedad. "Uno de los indicadores que toma es la cantidad de estudiantes terciarios en carreras técnicas (Ciencia, Ingeniería, Matemáticas, Computación), porque considera que estas áreas son motores de la economía y de la acumulación. Según estos datos, Argentina es el 5º formador de técnicos a escala mundial, por encima de países como Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y Japón".
 
Parece que la debacle de los últimos años no privó al país de sus viejas glorias, porque los altos estándares educativos se repiten en otros niveles: Argentina conserva, con el 4,5%, la más alta proporción de universitarios cada 100.000 habitantes de Sudamérica. "Formar un universitario en el sistema público acá cuesta en promedio entre 11.000 y 12.000 pesos. Ese dinero, y el que generará como trabajador, se pierden. Lo damos a cambio de nada".
Georgina Elustondo  gelustondo@clarin.com
 
"El país me expulsó, no quiero volver"
 
En 2004, el Ministerio del Interior hizo el Primer Censo de Regularización de Argentinos en España. En ese marco, más de 13.000 personas contestaron un cuestionario. Y un resultado dolió: casi el 70% dijo que no volvería al país ni aunque tuvieran trabajo. Es el caso de Daniel Fisbeil, un argentino de 58 años y abultada capacitación que en 2001 se fue para no volver. "Estudié Informática en la UBA. Me fue muy bien al principio y luego el negocio decayó y cambié de rubro. Me metí en la gráfica y arranqué bárbaro, pero llegó el corralito y debí vender antes de cerrar. Demasiadas crisis sobre mis espaldas... No aguanté más", dice.
 
De visita en Argentina por unos días, Daniel se alegra de encontrar sus pagos mejor que cuando se fue, pero nada tienta su marcha atrás. "En España hay un tejido social que te sostiene y te permite vivir mejor. No es el paraíso, pero hay una cosa de 'empuje entre todos' que me atrae mucho. En Argentina la cosa es muy individual. Yo sentí que el país me expulsó y no quiero volver. Me dio mucho, pero también me quitó. Allá me siento más valorado y siento que se respeta más al trabajador. Me hubiera gustado que Argentina me diera más estabilidad laboral, nada más".
 
"Nos jugamos por otra vida en España"
 
"Nos fuimos de Argentina el 11 de setiembre de 2001, el día de los atentados en Nueva York, antes de la crisis del corralito y todo lo demás. Las cosas andaban muy mal y pensé que podía pasar lo que pasó. No quería perder lo que tenía y mis dos hijos estaban grandes. Mi hijo Andrés se fue de vacaciones a España por un mes y nos dijo que no volvía porque había trabajo. Nos jugamos toda la familia con una nueva vida aquí. Estamos contentos con esa decisión".
 
César Héctor Broullón, 53 años, era técnico informático en Argentina y daba clases sobre la especialidad. Cuando llegó a España trabajó como programador y diseñaba páginas Web. Ahora vive en Vigo, Galicia, con su mujer, Elsa di Serio, maestra y licenciada en Ciencias de la Educación, un título en trámite de convalidación hace tres años. Su hijo Andrés, 27 años, era maestro mayor de obras cuyo equivalente español es el de arquitecto técnico.
 
"Ni él ni yo ejercimos nuestra profesión aunque trabajo no faltó. Pude montar un negocio de hostelería y tengo una buena cartera como agente de seguros". Andrés tiene un buen puesto en una empresa financiera, se casó y vive en Alicante. Su hija, Ana Carolina, 28, estudiaba Derecho y ahora sigue con la carrera. "A esta edad no podría conseguir trabajo en mi país pero aquí pude intentar otras alternativas".
 
Elsa di Serio, es pedagoga en una asociación para chicos hiperactivos y con déficit atencional. Necesita que termine el trámite de convalidación y hacer valer su licenciatura en Ciencias de la Educación para tener mejores oportunidades laborales.
 
"La convalidación de títulos se atrasa porque hay muchos trámites. Muchos argentinos quieren normalizar sus profesiones. Pero creo que los españoles tratan de estirar los plazos para defender a sus profesionales", señaló Broullón.
Juan Carlos Algañaraz MADRID. CORRESPONSAL
 
Algunas razones
 
La realidad parece demostrar, a pesar de todo, que en el país faltan técnicos. Faltan porque emigraron. Y faltan también porque la Argentina de los 90 apostó a un proyecto de Nación que no privilegió precisamente la producción. El país desindustrializado no necesitó más de sus escuelas técnicas ni de sus técnicos y las decisiones políticas no tardaron en demostrarlo: las vaciaron y así dañaron el vínculo más fuerte entre la escuela y el trabajo. Hoy, nobleza obliga, existen políticas estatales que buscan refundar lo que se dañó. Hay becas para las carreras técnicas, una ley de educación técnica y una importante promoción de las profesiones que el país necesita.
Victoria Tatti vtatti@clarin.com
 
Los que más quieren homologar sus títulos
 
Argentina es, por lejos, el país con mayor cantidad de pedidos de homologación de títulos en España: el 33% de los extranjeros que solicitaron allí convalidar sus títulos en 2003 (últimos datos disponibles) son argentinos. Fueron 2.603 compatriotas, una cifra que cobra su verdadera dimensión al señalar que el país que le sigue en el ranking es Colombia, con 1.160 pedidos, y luego Cuba, con 761.
 
Datos aportados a los investigadores del INSECAP por el Gobierno español revelan que el 48% de los médicos, el 48% de los fisioterapeutas, el 45% de los psicólogos, el 45% de los veterinarios y el 37% de los farmacéuticos que pidieron homologar allí su título en 2003 son argentinos. ¿Qué significa esa exportación de talentos? "Hay un costo a corto plazo que surge de evaluar cuánto invirtió y cuánto perdió. Y otro a largo plazo, que es la ampliación de la brecha entre países desarrollados y periféricos, porque el emigrado aporta para que crezca otro país en lugar de sumar su granito de arena para que lo haga el suyo", dice Lucas Luchilo, especialista en Política Científica del Centro Redes.
 
La socióloga Susana Novick, investigadora de la UBA y el Conicet, coincide: "La exportación de mano de obra calificada es un obstáculo al proyecto de reindustrialización del país. Es un capital humano imprescindible para el crecimiento. Lo preocupante es que algo que parecía coyuntural, asociado a la crisis, puede convertirse en estructural. Y los funcionarios no lo ven. No advierten que el Primer Mundo quiere a los mejores y a los más jóvenes, y a cambio de nada. Es todo pérdida, todo negativo, todo succión".
 
¿El país está interesado en repatriar sus talentos perdidos? ¿El Gobierno tiene algún proyecto para recuperar a los ciudadanos que expulsó la crisis? Según pudo relevar Clarín, poco y nada se hace al respecto.
 
Hasta hora, sólo hubo políticas puntuales, que apuntaron a la recuperación de "cerebros": desde 2003, regresaron al país unos 200 investigadores con algún tipo de apoyo oficial (programa Raíces y becas del Conicet). Del resto, poco se sabe.

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