Los talleres vivenciales que combinan una breve reseña teórica sobre modelos de discapacidad y barreras, con experiencias prácticas como usar bastón blanco con los ojos vendados, movilidad en silla de ruedas, y recorridos dentro de las instituciones, han mostrado múltiples efectos positivos en distintos niveles: actitudinal, operativo y estratégico.
Al experimentar personalmente —aunque sea por breves períodos— limitaciones sensoriales o de movilidad, quienes participan desarrollan una comprensión vivencial de las barreras que enfrentan las personas con discapacidad. Esto contribuye a romper mitos, prejuicios y la distancia entre “lo que sé” y “lo que siento”.
En el Taller Vivencial en algunas de las facultades, los estudiantes reconocieron que ciertas puertas, rampas, espacios no son realmente accesibles.
Por lo que reconocer que no es la discapacidad la que limita, sino la interacción con un entorno que no se adapta. Este cambio de mirada es esencial para una inclusión real. Muchos participantes reconocen, durante o después del taller, que tenían actitudes de condescendencia, indiferencia o desconocimiento; esto abre oportunidades para el cambio personal y profesional.
La parte teórica (modelo social vs modelo médico, barreras físicas/comunicacionales/actitudinales, ajustes razonables, accesibilidad universal) brinda un marco conceptual que permite clasificar, analizar y diagnosticar situaciones reales en las instituciones educativas.
Las vivencias prácticas permiten ver cómo esas teorías se traducen en barreras físicas concretas y en obstáculos que no siempre se consideraban. Por ejemplo, desplazarse en silla de ruedas ayuda a identificar aspectos de diseño espacial (anchos de puertas, escalones, rampas, señalización) que impactan directamente.
En el recorrido por la institución, los participantes reconocen barreras físicas visibles (escalones, puertas angostas, falta de señalización), pero también barreras invisibles: iluminación, piso resbaladizo, ausencia de corrimanos, falta de espacios de giro, señalética no adecuada, entre otros.
Con estos talleres se fortalece una cultura de inclusión que trasciende el aula: se promueven valores de diversidad, se favorece la visibilidad de la discapacidad como parte de la realidad social, no como algo marginal o excepcional. Tienen un impacto profundo en la formación personal y profesional de estudiantes, en la sensibilización institucional, y en la posibilidad concreta de generar mejoras estructurales y actitudinales.