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Investigadores descubren agentes antitumorales en especies naturales de Mendoza

En Mendoza existen más de 500 especies que, según los usos medicinales tradicionales, tienen efectos benéficos para el cuidado y la preservación de la salud. Entre ellas, hay cinco que pueden ser utilizadas en tratamientos de tumores, según una investigación que se desarrolla en la Universidad Nacional de Cuyo.

02 de octubre de 2013, 12:01.

imagen Investigadores descubren agentes antitumorales en especies naturales de Mendoza

Entre las múltiples especies para las cuales la medicina folklórica describe distintos usos en el cuidado y preservación de la salud, se cuenta Tessaria absinthioides (pájaro bobo).

“Análisis y comparación del efecto citotóxico inducido por extractos de vegetales autóctonos mendocinos sobre células tumorales humanas”, es el título de la investigación del equipo de profesionales dirigido por el doctor Carlos Gamarra Luques, de la facultad de Ciencias Médicas  de la UNCuyo y financiada por la secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la UNCuyo.

A partir de la realidad de que el cáncer representa la segunda causa de muerte en el mundo y que su incidencia anual alcanza a más de 12 millones de personas, surge la necesidad urgente de la búsqueda de nuevas opciones terapéuticas que mejoren situación.

Entre las múltiples especies para las cuales la medicina folklórica describe distintos usos en el cuidado y preservación de la salud, se cuentan Tessaria absinthioides (pájaro bobo), Geoffroea decorticans (chañar), Prosopis strombulifera (retortuño), Schinus molle (aguaribay) y Larrea divaricata (jarilla). Son vegetales autóctonos para las cuales se hallan científicamente documentadas sus propiedades antiinflamatorias, antifebriles, antibióticas, insecticidas y antioncológicas. En éste último caso, la información es escasa e insuficiente.

Por ello, el objetivo de la investigación es profundizar, describir y comparar las acciones antiproliferativas -aquellas que impiden dividirse y seguir creciendo a las células- sobre líneas celulares de cáncer humano, de los compuestos químicos contenidos en los extractos acuosos de las especies enumeradas.

“Esto puede ser muy significativo, ya que si se lograra evitar que las células cancerosas proliferaran sería algún tipo de blanco terapéutico, algún tipo de terapia positiva para esta enfermedad” explica Gamarra.

El proyecto comenzó en el año 2011 con cinco plantas: aguaribay, jarilla, pájaro bobo, chañar y el retortuño (o Prosopis que es su nombre científico).  Concretamente, las hojas de estas especies se hierven y de ahí se obtiene el extracto. Estos se agregan a los medios de cultivo usados para hacer crecer células tumorales “in vitro” en distintas concentraciones.

“A estas plantas las obtenemos siempre en el mismo lugar geográfico. Porque la planta, dependiendo del agua o si se expusiera a insecticidas, podría tener distinta composición de químicos. Nosotros la sacamos de un campo virgen, en Lavalle, donde termina el río Mendoza y vamos en diciembre, cuando la planta está en flor, a cosecharla. Es importante tener en cuenta la época de la planta, y el momento de la floración es el momento de la cosecha. Una vez cosechadas tenemos cuarenta y ocho horas, para separar todas las hojas, de los tallos, de los frutos, de las flores y de las raíces”, explica el docente investigador.

Específicamente, el extracto actúa sobre la célula y por distintos mecanismos hace que, primero no se divida más y, al no poderse dividir -que es una función vital para la célula- la célula tiene mecanismos que determinan su propia muerte.

Como resultado de los ensayos realizados, los investigadores hicieron un hallazgo interesante, según explica el director del equipo:

“Esto lo hicimos en estos cinco compuestos, pero fueron bastante importantes los descubrimientos que se obtuvieron sobre el retortuño, porque no había sido descrito nunca y ha resultado en mínimas dosis. No había ninguna propiedad antiproliferativa descripta para Prosopis y nosotros encontramos que a muy bajas concentraciones se inhibe el crecimiento de las células tumorales y si les damos un poquito más, se empiezan a morir”.

“Estamos muy contentos con esto, pero obviamente, es una investigación que recién empieza”,  concluye Gamarra Luques.

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